lunes, 30 de octubre de 2006

Salvaje

Él solía escribir. Le pagaban por ello. Pero, por encima de todo. necesitaba escribir.

Tenía miedo. Miedo a escribir más rápido. A acelerarse y precipitarse como un trineo por la pendiente y no poder parar. Tenía miedo a que le salieran frases sin su consentimiento, párrafos que él no quería que salieran. Tenía miedo a que su escritura le escribiera a él. Este miedo lo tienen casi todos los escritores. Y no es miedo, no. Es pavor.

El había sido un salvaje durante bastante tiempo. Cuando ella lo conoció él era un salvaje. Aventuraré que ella se enamoró de él exactamente porque era un auténtico salvaje.

Luego se fue domesticando a medida que ella se lo pedía. Dulcemente. Sin estridencias. Esa fue la mayor traición hacia ella: obedecerla y dejar de ser como era. Y, como era de esperar, ella dejó de amarle. Porque la había traicionado. Porque la había obedecido. Por eso dejó de amarle. Porque ya no era un salvaje.

jueves, 26 de octubre de 2006

Por si no lo sabíais

Por si no lo sabíais en el blog hay un cuarto de atrás.
Es donde se guardan los draft, los borradores.
La mano que toca usa mucho ese cuarto de atrás. Padece cierta forma de incontinencia repentina. También sufre de sequías inesperadas e implacables. Hay que ahorrar. Así que va escribiendo y guardando. Y suele publicar lentejas de ayer o garbanzos del lunes -debidamente congelados y vueltos a calentar en el microondas.

En la cámara de los horrores hay básicamente dos tipos de productos a saber. Lo que podríamos denominar tono ligero y los tono grave. Hay también mestizos, eso es verdad.

Pues durante 15 días ha ido escribiendo gravedades e intentando publicar ligerezas. Y ha llegado el día en que no le queda ninguna ligereza. Podría dar al botón Eliminar, que también está. Cortar por lo sano, borrón y cuenta nueva. Pero ha preferido airear. Es lo bueno del blog, que es gratis.

La mano que toca se da asco de si misma de poner tantas veces tristeza y pena y la madre que las parió. Que parece que está obsesionada y que no hay diccionario ni nada. Podría disimular, buscar sinónimos... Pues no. Saca aquí del tirón todos los post aludidos. Y decide borrar las dos putas palabritas del diccionario de ahora en adelante. A ver si de esa manera consigue borrarlas también de otros sitios.

Contradicciones, somos todito contradicciones.

Leo en un estudio clínico que la lencería bonita alegra la cara de quien la lleva.
Será por un misterioso efecto sinérgico: "sonrío que soy chica de bragas estupendas".
¿Se sorprenden? Sepan que está científicamente probado.

Lo leo, y de la alegría que me da, me salen unas puntillas en los calzoncillos. Es el efecto inverso. Se me bordan unas iniciales con mi nombre. Y se me ponen Calvin Klein cuando eran Carrefour. Me río y se me hacen tanga con mucha transparencia y mucha sensualidá. Virguería de calzoncillos oiga. La Perla, lo que yo le diga. Paseando por los territorios comunes de la lencería, la física y la neurología.

Empecé grave y acabé ligero.

Contradicciones, todito contradicciones.

miércoles, 25 de octubre de 2006

La pena adelgaza

"La pena adelgaza". Lo dijo muy seria en presencia de un amigo que está pasando cuitas y que, a todas luces ha perdido peso. Yo me quedé callado por falta de reflejos, porque la afirmación requería su análisis y porque eran las 2 y 3 gintonics de la mañana.

Pero luego, mientras caminaba buscando algún pilotito verde con taxi libre debajo, le di al cacumen y creo que. Creo que a cada uno el estado anímico le afecta al metabolismo de una manera y que a mí, precisamente a mí, lo que me adelgaza es la felicidad completa. La pena no.

La pasión arrebatada, eso también.

Puedo decir que la pena tampoco me engorda, lo hago en su descargo. En el descargo de la pena.

El taxista llevaba puesta una tertulia de madrugada -prefiero muerte- y yo me entretuve en valorar cuántas calorías tendría un disgusto. Cuántas un éxito. Siempre se ha dicho que fulanito estaba orondo de felicidad... por algo será. Que no cabía en sí de gozo. Esto apoyaría la tesis de mi amiga.

Hoy volvía caminando. Llovía. Tenía un gato jugando con el ovillo de mis contradicciones. Que si tienes ya una edad. Que si, vaya, tanto dar vueltas para esto. Las circunstancias -supongo que también la química cerebral- me estaban haciendo vudú por lo bajini.

Me he echado atrás la capucha para dejar que la lluvia me aclarara las ideas. Ventaja de calvo. Y si no las puede aclarar que se las lleve todas a la puta alcantarilla.

Las gafas estaban llenas de gotitas.

...-Me acerco al Alcosto y me compro un donut.

...
-No, que no lo voy a disfrutar del mal rollo.

...
-Que sí, que la glucosa sube el ánimo.

...-Han ascendido a mi cajera. Le han quitado el letrero de la pechera y ya no sé cómo se llama.

...-No me cambies de tema ¿vas o no vas?

He pasado.

Desidia.

La lluvia se me había llevado las ideas buenas y las malas.
¿Será que mi amiga tiene razón y la pena adelgaza?
Para mí que no. Los disgustos no engordan, las euforias no engordan, son las personas las que engordan.

martes, 24 de octubre de 2006

Tu boca

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta con cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujar con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un aroma viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua

J. Cortázar. Rayuela

domingo, 22 de octubre de 2006

Escenario

Cuatro cosas:
yo misma sobre las baldosas,
una silla vacía,
un vaso y el teléfono.
Somos cuatro tirados sobre el suelo.

Parece un velatorio,
teléfono de luto como un muerto,
ni se mueve ni habla,
le miro fijamente para nada.

G. Fuertes

sábado, 21 de octubre de 2006

Misterios Sin Resolver II

Un niño de 8 años en una fiesta de cumpleaños. Concretamente la de mi hija.

Lo normal: corre, juega, grita...

Se le nota nervioso y emocionado.

Hasta ahí lo entiendo pero...

¿Qué estructura cerebral se le pone en marcha cuando se mancha las manos de tarta de chocolate e instintiva e irremediablemente va a limpiarse con las cortinas blancas?

Si alguien lo sabe, por favor, que escriba, es para recomendar a sus padres que lo lleven al neurocirujano y ¡¡¡se la extirpen!!!.

El arte y la tristeza

Decía Gloria Fuertes que un poeta triste era un triste poeta. Decía que ella sólo escribía cuando estaba contenta o normal, si estaba triste se callaba. Y si estaba amargada ni siquiera salía a la calle, para no darle ningún zarpazo a nadie. En cambio cuando leo sus poemas o sus entrevistas detecto una tristeza profunda. No lo digo con pena, mucho menos con compasión, a muchos indolentes les recetaría yo la tristeza de la poeta. Era una tristeza de clown, de payasa. La tristeza de quien conoce y se moja. Una tristeza vestida de optimismo.

Leo a Bukowsky. Sin entrar a opinar si sus textos son autobiográficos o no (para quien no lo haya leído, Charles Bukowsky tiene un alter ego literario llamado Henry Chinasky y escribe siempre en primera persona). Bukowsky roza la desesperación, roza la nada, se pasea al lado de todos los abismos y su visión de lo que le rodea es descarnada, cruel... se diría que confía muy poco en el género humano. Pero Bukowsky siempre caía de pie. Siempre se despertaba de las borracheras y su obra es de una honestidad brutal.

Pero después de estos dos talentazos llegó Walt Disney y nos jodió bien jodidos. Tenía la sonrisa grabada en los labios, una visión del mundo en rosa y la actitud mediocre del vendedor de enciclopedias (ya no hay vendedores de enciclopedias. Digamos del vendedor de vaporetas).
Cuando contemplo arte, siempre me quedo con los atormentados, con los asustados y con los melancólicos (sin llegar a Cioran que es para rociarse de gasolina) porque la memez me aburre terriblemente y me resulta plasticosa y no me la creo. Sólo le permito cierta frivolidad a Cole Porter, todavía no tengo claro por qué. Será la excepción que confirma la regla.

viernes, 20 de octubre de 2006

Cita

"Cuando los sueños de un hombre consisten en repetir postre, algún achuchón ocasional y levantarse a las 12 los festivos es muy difícil que puedan arrebatárselos"
Marge Simpson

jueves, 19 de octubre de 2006

martes, 17 de octubre de 2006

Novedad

Hablando ayer con una amiga me entero de que existe la Tangafaja.
No, no es una isla de origen volcánico polinesia.
Como su propio nombre indica es una faja tanga.
Hago un esfuerzo mental pero no consigo imaginármelo. Para mí faja y tanga representaban el yin y el yan de la lencería, el más y el menos, el glamour y la caspa. Pues se han unido, que lo sepáis todos.

lunes, 16 de octubre de 2006

La última mosca



La última mosca del verano está bastante gorda. Y hace mucho ruido al volar, como una Guzzi. Se choca con las paredes, se desorienta con la bombilla y da tumbos como si hubiera bebido. Bebido para olvidar que es la última mosca del verano.

Yo la persigo. Por entretenimiento, el domingo ha sido bastante aburrido. Por instinto de cazador troglodita. Por un trauma infantil. Porque me fastidia esta mosca que pregona que el verano se ha terminado. Sí, ya sé que no lo ha terminado ella, pero me fastidian su arrogancia y su desparpajo.

¡Plaf!

Os anuncio que he matado a la última mosca del verano. Lo he hecho con una regla. Por tanto lo he hecho malabarística y matemáticamente. Reparo en que mi conducta puede tener un impacto ambiental negativo; no sé si he adelantado su muerte una hora o una semana, ni si estaba preñada o ya había puesto los huevos.

En la sociedad de lo políticamente correcto en la que vivimos puede ser considerado un acto de crueldad innecesario. Y escribirlo en un medio de comunicación pública como este blog una grosería y una provocación. Eso si la mato yo, porque si la mata un jilguero, entonces no es crueldad sino pirámide trófica. Y si la mata una vaca con el rabo tolóntolón no es pirámide trófica sino selección natural. ¡No te fastidia!

Esta mosca seleccionó de forma natural mi casa, y sobrevoló mi teclado con alevosía. Y se encontró con la horma de su zapato de mosca. Un ser con unos instintos asesinos descontrolados que había pasado un domingo bastante aburrido. Se siente -expresión originaria del patio del colegio que curiosamente equivale a "te fastidias".

viernes, 13 de octubre de 2006

Comunicación

Cuando cualquier beso era de tornillo.
Cuando podían detener los relojes por el sencillo procedimiento de mirarse.
Cuando Piel era un país infinito.
Cuando todas las caricias eran poco y una sola era todo...
...entonces vitaminas, agua, pan caliente y soles.

¡¡No necesitaron entenderse mientras se amaron!!

Luego vinieron el afecto, el cariño, y otros sucedáneos.
Ella empezó a quererle como se quiere a un gato.
Y él pensó: tenemos problemas de comunicación.
¡¡Pero si nunca habían tenido comunicación!!
Ni les hizo falta.

Por qué íban a perder el tiempo en comunicarse si tenían algo mucho mejor.

miércoles, 11 de octubre de 2006

Contradicciones I

Nos despertamos cuando quiso el sol.

Los 2 a la vez.

Nos miramos muy cerca porque habíamos aterrizado en esa postura.
Nos miramos largamente, para aclararnos la voz.

Había algo de ternura, mucho de sueño y unas gotitas de algo que con menos experiencia habríamos confundido con dicha. Quizá su sueter manchado de vino. No podría asegurarlo. Porque no lo vi, sólo lo olí.

Entornó los ojos con malicia, moviendo sólo los músculos precisos, y me dijo:

.....-Pero, a ver, con lo que a mí me gustan los bomberos. ¿Por qué acabo liándome siempre con pirómanos?

martes, 10 de octubre de 2006

Estar vivo

Hablo con la otra mano y le cuento. Le cuento todo lo que me pasa por las cañerías del amor, de la vida, del olvido. Me escucha, suelta síes, claros, noes y otras cosas por el estilo. La otra mano y esta mano tienen experiencia en oírse, en llorarse sin lágrimas, en disfrutar de la tristeza y descubrir el futuro con ironía, risas y optimismo. Eso es lo que somos, dos manos inconscientes que gozamos de la peor de las melancolías, que rellenamos los agujeros del alma y los vacíos del estómago con futuros imperfectos y que en la madrugada fría de un mes de febrero nos bebemos la tristeza mezclada con ron del bueno.

Eso quería decir. A la otra mano. Eso quería decirle, que estamos vivos.

lunes, 9 de octubre de 2006

A mí no me dan pena

A mi no me dan pena los que están tristes. Porque están vivos. Me dan mucha más pena los indolentes y los sosos resosos de nacimiento. Más pena me dan los solos. Porque en la tristeza -en la que se escribe, en la que se canta, en la que se bebe o en la que se llora- hay algo de viejo amigo, de camarada. Hay algo de impostura y de mascarada hasta en la más triste de las tristezas.

No exagero si digo que a veces estoy muy, pero que muy feliz con mi tristeza, nos enrollamos y me la acabo llevando a la cama como a una amante discreta. ¿Qué habría sido de los fados, de las rancheras, de los tangos, de las coplas. Qué habría sido de Beethoven o del Quijote sin la tristeza? ¡Cuántos géneros musicales -y literarios- habría matado con su muerte la tristeza! Esta milonga le cuento mientras le desabrocho la ropa y le voy sacando goloso algunas letras.

domingo, 8 de octubre de 2006

Haiku

La vida es como una toalla velour:
por un lado muy suave pero no seca.
Por el otro seca bien, pero raspa un poco

viernes, 6 de octubre de 2006

Me lo noto

Soy más simple que el mecanismo de un chupete.

Pero a la vez soy indescifrable para mí mismo.

Mi propia simpleza me impide entenderme.


Si fuera digital no sé si sería 1 o 0, a eso no llego,

pero tengo claro que no tendría muchos dígitos.

jueves, 5 de octubre de 2006

Busco



Busco.
Pero no sé qué busco.

Busco, a veces, con rigor:
minucioso, sabueso...
Pero no sé qué busco.

Busco a veces como un poseso,
como un drogadicto,
tirando al suelo el contenido de todos los cajones.
Tirándome de los pelos que no tengo.

No sé si en realidad lo he encontrado,
porque no sé qué busco.
Nunca sé que busco.

Algunos días -debe ser que me levanto
con todo encontrado- encuentro.
Lo noto porque me miro en el espejo y me gusto.
Salgo a la calle y me gusta.
Camino y no tengo la urgencia
de revolver las nubes, ni los árboles.
Esos días, es que no busco.

Otros días, de tanto buscar,
al límite ya de mi cordura,
me escondo yo, me tapo, me atrinchero.
Y, en el suelo,
con el frío de las baldosas en los riñones,
me encuentro.

Me encuentro cucaracha o bichejo similar
pero me encuentro.

Algo es algo.

miércoles, 4 de octubre de 2006

El atasco

Vivir en Madrid y tener que aguantar dos o tres días por semana el atasco de entrada, manda güevos. Para consolarme pienso que yo soy así, que éstas son mis circunstancias, que qué le voy a hacer. Cuando acaban las hormiguitas de M80 me pongo Siglo XXI de Radio 3. Otros días, muchos, esquivo el maldito atasco yendo a nadar a la piscina de Las Rozas, haciendo la compra en un Caprabo de Majadahonda que tiene a esas horas muy poca clientela y mucha guasa en las cajeras, o dando una cabezadita en un pinar de El Pinar (para que lo voy a negar).

Hoy me he armado de paciencia y he tirado palante. Al lado, un BMW descomunal con una mujer madura, rubia de un rubio caro pero falso. Hemos coincidido en varias paradas entre los kilómetros 22 y 18. ¿Qué irá escuchando esta mujer? ¿A Mahler o a Losantos? He mirado a sus lucecitas del equipo de sonido pero iban apagadas. A ver cuántas llamadas de móvil atiende. Si hace más de tres en el rato que vamos juntos, gano y me compro un donut al llegar al barrio. Si hace menos, pierdo y me compro dos (para compensar la desazón del fracaso). Tampoco usa el móvil. Vaya, qué poco juego das, bonita.

Lleva unas gafas de sol muy oscuras y no mueve la vista del frente. Como me ha estropeado mis dos juegos favoritos que son el de adivinar la emisora y el de contar las llamadas, pruebo el tercero, que es a ver si consigo que me mire. No vale chocar ni tocar el claxon. Nada. Qué tipa tan dura, no mueve la mirada del frente, ni se atusa el pelo, ni coquetea con el espejo... ¿Será autista? ¿Será Legionaria de Cristo?

No me rindo, y la miro fijamente cada vez que estoy a su lado, descaradamente, para provocar que se gire y ganar mi autoapuesta. En un momento dado, un pedazo de lagrimón le cae por debajo de las gafas de sol. Puedo verlo perfectamente desde mi coche. Denso como silicona alcanza la barbilla moviéndose con pesadez. Ella sigue impertérrita, sin mover la cabeza. Al poco tiempo, otra lágrima. Ésta corre más deprisa porque usa el camino que abrió la anterior. Y esta vez la mujer se pasa la mano haciéndose un buen estropicio en el maquillaje.

Apago la radio.

A mí estas cosas me afectan, soy muy sensible y muy empático. Además es demasiado temprano. Cada cuatro líneas discontínuas coincidimos. No puedo dejar de observarla. Miro a ver si el coche tiene algún rayajo y es por eso por lo que llora. Miro a ver si lleva alguna pegatina de una universidad extranjera, un hijo estudiando fuera... Miro buscando algún peluche, un hijo pequeño: los hijos dan muchos disgustos... No sé, algo. Tampoco lleva el casco blanco de los arquitectos, así que descarto que se le haya caído un edificio el día antes de su inauguración. Lleva un portátil en el asiento del copiloto, ahí va a estar la solución. O quizá no.

En el kilómetro 17,600 me mira y los dos nos damos cuenta de que yo también estoy llorando. Mi fuero interno -departamento de sensatez- emite una profunda y airada queja: "Tú estás gilipollas o qué. Quién te manda a ti mirar a la gente llorar en la autopista. Es imposible que adivines qué le pasa a esa mujer, absolutamente imposible, y sobre todo... ya no tienes edad para estas estupideces. ¿Se te ha ido la olla?. Te estás rayando, tron". Como habéis podido comprobar mi fuero interno -departamento de sensatez- maneja un estilo literario directo, coloquial y muy alejado de formalismos. ¿Y el tuyo? Le doy la razón inmediatamente e intento enmendar esta tontería de congoja pero no puedo, no puedo contener el hipo. La mujer se ha sorprendido al verme los ojos rojos y le ha venido un acceso de risa, le sale esa mueca rarísima de cuando lloras y te ríes que parece que se te va a romper algún músculo porque no estamos preparados de fábrica para esta contradicción facial. Los dos volvemos la cabeza hacia otros coches en plan "¡no nos estará viendo nadie!". Sorpresa: el de mi izquierda también está llorando. Y los otros tres que van detrás de él, también, lo sé porque el carril ha avanzado y les he visto pasar.

¿Será la contaminación? ¿Un gas que se ha escapado de una central química? ¿Un accidente de la afectividad? ¿Un derrumbamiento moral? Ya me estoy imaginando el titular de mañana en los periódicos: Pucheros en la A6.

En la siguiente retención bajo la ventanilla:

--¿Qué le pasa, señora?
--Que me deprime el atasco ¿y a usted?
--A mí... yo es por usted, es llanto solidario ¿No tendrá un clines?
-Sí, arrímate y te lo echo por la ventanilla.
-¿Y éstos? van todos llorando.
-Eso no lo sé, con lo mío tengo bastante.
-Es verdad.

Estoy tentado de invitarla a una manzanilla en la próxima gasolinera, preguntarle por el hijo que estudia fuera, por el último edificio que ha construido o... pero me callo. Al fin y al cabo no tenemos confianza. La justa de haber llorado un rato juntos en la A6. No quiero que piense de mí que soy el típico ligón de autopista que aprovecha la más mínima para arrimarse y pedir el teléfono.

Hemos alcanzado el desvío de la M40 y aquí el tráfico se hace más ligero.

Hoy voy por Moncloa.

Barruntando las cosas que tenemos los humanos. Tan peculiares, tan inaccesibles, tan ignotas, tan sorprendentes. Y así, a lo tonto, atravieso la Ciudad Universitaria y enfilo hacia Reina Victoria. He vuelto a Siglo XXI. El buzón de voz. Una oyente se despacha a gusto contra un incauto que llamó ayer para decir que él se iba de putas porque era feo.

Ya he llegado a mi barrio y pienso en las vicisitudes de la rubia madura, en las de la oyente y en las del feo. Pero prefiero dejarlas dentro del coche, no subirlas a casa. Cierro con el mando. Pi Pi.

Hace un día muy bonito, pero vivir en Madrid y tener que aguantar dos o tres días por semana el atasco de entrada... esto desequilibra a cualquiera.

martes, 3 de octubre de 2006

Mi profa de piano

Ya sé que "profa" no es muy correcto. Pero, mira, me da igual, a mí me gusta.

Hoy he empezado el nuevo curso.

Le he contado más o menos por dónde andaba, qué era lo que me daba miedo, qué deseaba, cuáles eran mis aspiraciones y cuáles mis frustraciones.

-No tengo ningún problema en ser un burro pero ponme la zanahoria cerca que si no sufro mucho.

Se ha reído. Empezamos bien.

Luego hemos tocado Autumn Leaves probando distintas secuencias rítmicas. Después ha venido Cole Porter y su manera de conducir las voces: I´ve got you under my skin.

-Elige un tema para el lunes que viene, uno que no hayas tocado nunca.

-¿Foggy Day?

-Vale

Antes de despedirse me ha contado un chiste, no verde, claramente obsceno. Muy gracioso, eso sí.

La música y la vida no son cosas muy distintas para mí, por eso un profe (una profa en este caso) de música es una especie de gurú que cuenta chistes gruesos y se preocupa por cómo y dónde pones las manos. Os dejo, que tengo que enfrentarme a Foggy Day.

lunes, 2 de octubre de 2006

Click




No son tantos los momentos en que te partes el pecho de risa, te duele el estómago, te haces pis... Dime: ¿cuándo fue el último?

No son tantas las ocasiones en que un espectáculo te conmueve profundamente y se te queda grabado en la memoria durante años. Dime: ¿cuál fue el último?

Hablamos y hablamos y hablamos, pero... ¿cuándo fue la última vez que pensaste que una conversación era emocionante, vibrante y significativa?

A nuestra edad (ni idea de cuál es nuestra edad) el que más y el que menos ha pasado la noche con unas cuantas personas pero ¿cuántas veces he disfrutado esa certeza de que al abrazar abrazaba mi propia alma, que no había otro lugar en el mundo donde pudiera estar mejor, que esa caricia que pintaba en la piel del otro me daba la vida?

Te cruzas con mucha gente.
Unos te hacen click.
La mayoría no.

Pues de los que hacen click no hay que dejar pasar a ninguno.
Porque, de ésos que hacen click como la piedra del mechero, la inmensa mayoría son chispas y poco más, pero alguno enciende una llamita.

Una llamita con la que reír, temblar de emoción, dejar escapar una lagrimilla o simplemente charlar intensamente.

A estas alturas ya sé que nada ni nadie me mantendrá ardiendo para siempre (uf, qué tedioso) pero no puedo permitirme el lujo de dejar pasar ni a uno sólo de los que puedan chamuscarme un rato.

Vaya, qué raros somos.

..

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...