jueves, 27 de septiembre de 2007

La camiseta

Recojo la ropa del tendedero. La doblo con cuidado. Hay tipos con bíceps como rocas, los hay de ojos azules y peligrosos, otros tienen labia... yo doblo la ropa con un estilazo tremendo. Y, créanme, los que doblamos bien la ropa, también tenemos nuestro público.

En la tercera cuerda, guardándole la espalda a unos calzoncillos de H&M, estaba una de mis camisetas favoritas. ¡Qué digo! Estaba la que, sin duda, es mi camiseta favorita. Un hombre como yo, con varias separaciones a sus espaldas, no tiene fácil el creer en la durabilidad de las relaciones. Menos aún en dioses y otras patrañas. Los amigos de verdad se cuentan con los dedos de la mano. Uf.

La coloco boca abajo sobre la mesa. Llego a la conclusión de que mantengo una relación estable y sincera con esta camiseta. Que no me da miedo abrirle mi corazón. Una relación más estable, más honesta y más limpia que la de muchos matrimonios de 20 años juntos.

Le pongo las mangas en la espalda y paso la mano de arriba a abajo por los bordes para que no queden arrugas indeseables.

Esta camiseta me ha acompañado en momentos terribles, también estaba conmigo en ratos gloriosos. Es inevitable asociarla más al verano o a la primavera que al invierno. Días luminosos. No sé si se han parado a pensarlo pero si con una pareja se pasan 4 ó 5 horas de un día entresemana, con una camiseta se pasan 14 o más. Una vez que la eliges no se separa de ti, llueva o nieve, salgan las cosas mal o bien, la camiseta no es como el desodorante, nunca te abandona.

Sí, vale, tengo que reconocer que no tienen mucha conversación, pero hay damas de honor de fiestas de algunos pueblos que tampoco y mira: una camiseta nunca atenta contra la RAE, ni dice inconveniencias, ni es indiscreta, ni chismorrea, ni miente...

Doblo en tres partes, sigue boca abajo.

La doy la vuelta. Si tuviera ojos la miraría a los ojos. Si tuviera corazón lo tendría liso, sin arrugas. La coloco encima de una negra de Decathlon que compré por 1€. Una camiseta con una dignidad que para sí quisieran muchos funcionarios del cuerpo diplomático.

Mi camiseta favorita, esa que se va afaldando por los innumerables lavados, esa que tiene el cuello tan sobado que se deshilacha, es de Phineas y reza to be or not to be. Esa es la cuestión.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Llueve

Hoy es el primer día del otoño.

Da igual lo de la inauguración oficial el día 21, cuando cambia el olor, cuando la luz es otra, entonces ha llegado el otoño, el calendario no tiene mucho que decir.

Es agradable por el cambio. Bueno, eso para mí que me gustan los cambios.

He visto amanecer, la pantalla del ordenador y un trozo de cielo que primero era negro, luego gris rarísimo y ahora blanco. Las ventanas siguen abiertas por la inercia del verano, contrapongo al sueño y al fresquito un té.

Reina un silencio profundo en el edificio, o mis vecinos no se han despertado lo han hecho con la cadencia de la oruga.

Añoro una galleta oreo, quizá un beso calentito; pero alojo una alegría íntima, del tamaño de una pepita de oro. Porque hoy es el primer día del otoño y a mí me gustan los cambios.

lunes, 17 de septiembre de 2007

El perro-pequeño

No soy muy de perros. No me proyecto lo bastante con ellos, pefiero un rosal, un laurel o una parra. Además al laurel no hay que sacarlo a hacer sus cosas.

Tendría yo unos 17 e iba por la calle con mi amigo A. Nos cruzamos con una señora que llevaba un perro pequeño, perro-birria, diría yo. El chucho se puso a ladrarme como si tuviera dentro a la niña del exorcista poseída a su vez por el diablo. Tiraba de la correa como para soltarse y atacarme. Yo le pegué cuatro voces y amenacé patada. El perro se enfureció más aún. El rifirrafe duró unos segundos eternos, pasé nervios y, he de reconocerlo, también miedo. La cosa terminó con la señora regañándome a mí y defendiendo a su chucho infame.

Mi amigo A. que era (y es) hombre de muchas luces y templado me dijo que los perros pequeños son más propensos a la bronca que los grandes porque tienen miedo. Parece ser que todo a su alrededor les resulta gigante y amenazador. Según él, y yo me fío, el complejo de inferioridad del miniperro le lleva a enfrentarse y ladrar a la primera de cambio.

Y yo creo que a las personas nos pasa exactamente lo mismo. Cuando estamos perropequeño nos envalentonamos y nos ponemos arrogantes y agresivos y en cambio en épocas de paz a lo mastín del Pirineo, no nos alteramos, somos conciliadores y condescendientes.

Detrás de gritos, amenazas e insultos suelen encontrarse flaquezas terribles. O eso me parece a mí.

Como no soy monje budista es normal que ante un perro canijo cabreado en un primer momento desee que le caigan encima un par de apisonadoras. Pero en un segundo o dos, me reconduzco, me equilibro y racionalizo... habla chucho que no te escucho: ommmm.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

martes, 11 de septiembre de 2007

Enfermedad

El otro día, no sé de qué estábamos hablando, me contó C. que a partir de los 35 es muy difícil enamorarse.

Porque, al parecer, la molécula que se estimula en el cerebro para la cosa del enamoramiento escasea o se hace la remolona, que para el caso es lo mismo.

Citaba fuentes solventes, eso me fastidió.

Vaya, con lo que me gusta a mí enamorarme...

Me quedé un poco planchado, la verdad.

- Pero Mano, no te deprimas, enamorarse es una enfermedad.

- Ya, pero como enfermedad es muy especial: todo el mundo quiere contagiarse.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Inteligencia Emocional

Axioma 217:
Si eres empático y tienes mucha inteligencia emocional acaban cayéndote unas hostias como panes.

Con perdón.

Qué me tiene que importar a mí si fulanito se agarra el canasto de las chufas, se enajena y me monta el pollo. me lo pregunto yo.
Pues sí, me traigo el disgusto a casa.

También es verdad, por otro lado, que cuando mi amigo F. está feliz, lo disfruto como propio. Lo mismo si mis actrices favoritas chispean, se enamoran y gozan de la vida y sus regalos. Me hace sentirme bien.
También me lo traigo a casa.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Sin esperarlo

Me trajo en coche a casa.
Por el camino me dijo "el raro eres tú"

Mientras, calle a calle, yo la orientaba.

Lo dijo porque no me gustan las despedidas de soltero.
Ni las chicas que se desnudan sin ganas.
Ni las tetas de silicona.
Ni los oficinistas vestidos de torero.

Nos quedamos charlando hasta las tantas.
Le dije: me gusta hablar contigo.
Es bonito ser ola, sin esperarlo. Dejarte ser barca.

Hablamos.
De infidelidades, de mentiras, de verdades
de lágrimas, de besos...
de lo terapeuticos que resultan los abrazos.
De los amigos, de las amigas, de los amantes.
de padres, de hermanos...
De la urgencia de amar a destajo,
de lo imperioso de amar a todos lados.

Reímos.

Casilloramos.

Nos quedamos charlando horas y horas.
Me dijo: me gusta hablar contigo.

Acompasados
.

Es bonito ser barca. Dejarte ser ola.
Sin esperarlo.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Verbos

Entre entender y querer, lo tengo claro.

Prefiero que me quieran.

Entre entender y querer, lo tengo claro.

Prefiero querer.

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...