jueves, 31 de mayo de 2012

Leer los charcos



Me doy una vuelta por los diarios y no me interesa mucho lo que cuentan. Porque detrás de titulares brillantes hay textos muy poco enjundiosos, se me ocurren muchas preguntas que no ha contestado el periodista, la mayoría evidentes.

Me doy una vuelta por YouTube y los vídeos más vistos son patochadas y fútbol.

Me llegan actualizaciones de Facebook y la mayoría son: "Me estoy cortando el pelo" o "¡Pantalones nuevos, yuhu!" 

No es que haya que estar en plan existencial todo el día pero... demasiado rápido, demasiado pobre.

Exceso de información, escasez de emoción.

Así que

dejaré el teléfono móvil en casa,

bajaré a la calle,

y caminando despacio,

me pararé a leer algún charco.

A ver si...

...encuentro a alguien

aquí,

dentro.

martes, 29 de mayo de 2012

Postales desde mi casa 02

Hay a la entrada de mi casa, justo encima de la puerta, un reloj.

Bueno, en realidad es la salida de mi casa.

Parecido a los que colgaban de los vestíbulos de los apeaderos de la Renfe.

Porque mi casa siempre ha tenido algo de estación. Por el trasiego de gente, y porque ha sido el comienzo de muchos viajes.

Algunos de cercanías, la mayoría no.

Algunos iniciáticos, la mayoría no.

Algunos imaginarios, la mayoría no.

Y cada vez que descuelgo el sombrero, incluso aunque sólo vaya a por el pan, antes de accionar el picaporte, miro la hora; como mira al tendido el torero, igual que se santigua el trapecista.

No me gusta perder los trenes, ni llegar tarde a los andenes.

No me incomodan los pañuelos de las despedidas, al contrario, airean el ínfimo luto, el microscópico fracaso, que deja cada ausencia.

No me echa atrás el ayudar con las maletas.

Yo sé que a algunos les gusta viajar solos.

A mí, no.

jueves, 24 de mayo de 2012

El arco Iris disuelto

Por fin se detiene la lluvia.

Salgo de mi casa a dar un paseo a Jazz, mi perro.

Tener perro va muy bien para pasear.

Pasear va muy bien para todo.

Empiezo siempre mirando al suelo,

la parte media del recorrido lo miro a él.

Acabo mirando al cielo: el cielo es muy locuaz.

En la primera parte reparo en un pequeño milagro, me acuclillo (me encanta este vocablo) y tomo una fotografía con mi móvil de penúltima generación.

El milagro consiste en que la lluvia ha disuelto el arco iris. Ya me parecía a mí que era excesiva. Lleva varios días lloviendo en Madrid. Probablemente otros arcoiris de otras latitudes resistan mejor la lluvia pero el de Madrid no está diseñado para estas inclemencias.

Y el arco iris, lo podéis comprobar, se ha escurrido desde el cielo hasta mi calle. Demonios, qué suerte tengo. No, probablemente se haya derretido en toda la ciudad, pero, con el exceso de coches, él se esconde, y con el exceso de prisa, ellos, nosotros, no lo ven.


martes, 22 de mayo de 2012

Postales desde mi casa 01


Yo de pequeño era hiperactivo.

Eso lo sé ahora, pero en su día no se me diagnosticó apropiadamente y he crecido convencido de que yo era in so por ta ble.

Hace algún tiempo busqué en internet mi enfermedad, grupos de autoayuda, de autodefensa, de autoilusión, vídeos en YouTube, y demás información sobre el tema de la hiperactividad e insoportabilidad y me he autoconvencido (quería decir: he llegado a la conclusión fundada) de que en realidad soy inquieto, poco convencional y muy creativo.

En el ancho universo de internet el que no se consuela es porque no quiere. O porque usa mal Google. Eso está claro.

Inquieto, poco convencional, y muy creativo. Inquieto, poco convencional y muy creativo. Me lo repito varias veces cada mañana.

Este ratito en el diván con el que os he obsequiado viene a colación de la primera postal de este viaje. Porque donde muchos de vosotros veis una pandilla de espermatozoides cachas intentando conquistar un óvulo geométrico, yo veo una alfombra de IKEA, bastante sobada. Y esta estampa me recuerda uno de los primeros intentos de mi madre de controlar mi hiperactividad o insoportabilidad o exceso de creatividad o como os dé la gana: "hijo, peina los flecos de la alfombra que están muy desordenados".

La alfombra era una de esas persas o sucedáneo de persa que había en el salón y tenía miles de flecos que yo peinaba bien con los dedos, bien con un viejo peine de púas grandes, amarillo, para más señas, de ésos que se llevaban en la bolsa de la playa. Mi madre consiguió en bastantes ocasiones, mediante esta hábil estratagema, retrasar el momento en que yo rompía algo (casi siempre adornos de la casa, a menudo de cristal o porcelana). Con el paso de los años llegué a peinar los dichosos flecos en menos tiempo del que tarda Fernando Alonso en cambiar las cuatro ruedas. Y también a detestar esos filamentos hasta el punto de coger las tijeras una tarde en ausencia de testigos... y quedarme sin televisión ¡dos meses! Para mi desgracia mi hermana era buena y no teníamos perro ni gato, resultaba compicadísimo demostrar fehacientemente que el autor de la barrabasada no había sido el menda.

Pero en mi casa, hoy, hay alfombras, aunque no sean de Oriente Medio, y tienen flecos, aunque parezcan espermatozoides. Y las he puesto yo, lo que demuestra que trauma, lo que se dice trauma, no me quedó.

Jamás los peino, eso sí, me gustan a su albedrío, salvajes. Inquietos. Poco convencionales. 


jueves, 17 de mayo de 2012

Postales desde mi casa

Viajamos, recorremos el mundo con nuestras cámaras digitales, sorprendiéndonos con los grandes monumentos y con los rincones irrelevantes. Diferente. Todo es diferente. Por eso lo fotografiamos. Por eso queremos guardarlo y (a veces en sesiones de una duración cruel) enseñarlo a nuestros amigos incautos.

Me propongo hacer una expedición a mi propia casa. Y compartir unas cuantas postales con vosotros.

No hay escenario en el mundo más emocionante, con una carga afectiva tan grande, como la casa de uno, no hay geografía más íntima que la propia morada. Voy a iniciar un viaje. Y escribirlo en este blog. Puede que cuando pasen 20 años y viva en otro sitio, o en el mismo muy cambiado, las mire con ternura, con nostalgia. Igual que si fueran la torre de Pisa o los canales de Amsterdam.

Como siempre, serán bien recibidos vuestros comentarios.

¡Arrivederci!

lunes, 14 de mayo de 2012

Al llegar a la página 541

Estoy leyendo un libro de ésos que recomiendan en el suplemento cultural. Uno de los imprescindibles del año. ensalzado por la crítica y avalado por algún amigo lector. Llevo más de un mes con él, voy a tragos cortos porque no me atrapa lo más mínimo. Varias veces he pensado en dejarlo, de golpe. No le encuentro otra utilidad que no sea aplacar la mala conciencia de ser el único ser humano con estudios que no encuentra sublime esta obra.

Es de noche. Muy de noche.

Entra un mosquito en la habitación. Pero no un mosquito cualquiera, uno bien grande. Hace mucho ruido. No hace fissssssss, hace más bien prrrrrrrgh. Cuando es de noche, muy de noche, y no puedo dormir y estoy leyendo, aunque sea un bodrio, mi estabilidad emocional se vuelve muy frágil al fisssssss de los mosquitos. Al prrrrrrrrgh ni te cuento.

De todos es sabido que el redoble de caja anticipa el salto del trapecista y el ruido del mosquito anticipa el picotazo (salvando una gran distancia en vistosidad). Y el temor del picotazo con la consiguiente escocedura, con el consiguiente prurito, con el consiguiente dejar la cama para aplicarme agua fresca o afterbite... me pone nervioso.

En este instante el mosquito deja de ser un sonido, se hace presencia tangible alrededor de la lamparita de mi mesita de noche. Circunvala la tulipa en siete ocasiones en el sentido de las agujas del reloj y al poco se posa, amenazador, desafiante y grosero, en la madera horizontal, apenas a 30 centímetros de mi cara. En una décima de segundo dejo el libro, de golpe, incluso con violencia. Ha cesado el ruido y por ende la existencia misma del mosquito. El insecto ha precipitado la decisión que llevo meses barruntando: dejar el libro. Si bien la manera que yo imaginaba no era exactamente esta. Y además, a la postre, le he encontrado una utilidad al tocho.

Cortando dos lazos muy frágiles con un sólo gesto: el que unía al mosquito con la vida y el que unía mi voluntad con ese peñazo, apago la luz y me duermo como un bendito.

Sucedió al llegar a la página 541.

martes, 8 de mayo de 2012

Si las compartes, mejor.

Vaya, cuánto tiempo ha pasado.
Estos días preferíría ser menos Sancho Panza y más Don Quijote
Menos cuerda y más funámbula. 
Menos roca y más ola.
Creo que me estoy pasando leyendo versos.
Como una yonki, pero de letras.
Automedicándome.
También con las fresas.
No sé si se puede morir de sobredosis de fresas. 
¿Y de sobredosis de versos?
Hay tantas cosas que no sé.
He ido a Valsaín y hacía mucho frío.
He paseado acariciando la vera del río. 
Primero a contracorriente.
Y luego a favor.
Pero hacía mucho frío.
Vaya mierda de primavera.
Me dijiste que en mayo sabrías algo de lo nuestro.
De lo mío. De lo de él.
Nunca debería haberme colado por un autobusero.
Pasa demasiado tiempo fuera de casa.
¿Y tú?
Que el año te siga dando sorpresas.
Y, si las compartes, mejor.

M.

viernes, 4 de mayo de 2012

Brujuleando 01. Nueva York

Adoro esta ciudad.

Nueva York.

Mi Nueva York está hecha de los sedimentos de la literatura, del cine... de imágenes. Como la de tantos otros.

Pero tuve ocasión de pasar por allí (un año antes del atentado de las Torres Gemelas) y le puse olores, temperaturas y sabores.Y la escribí cada noche de los diez días que allí estuve. Así que mi Nueva York está también hecha de palabras.

Pisé esas aceras diseñadas para patinadores, persecuciones policiales, vendedores ambulantes y solitarios de todas las calañas. Desde entonces aborrezco la baldosa y otros pavimentos distintos a ese cemento impertérrito.

He encontrado estas fotografías.

Brujuleando.

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...